Marcho cinco días de aventura emocional.
Adjunto link que presenta a los artífices de la montaña rusa.
http://www.youtube.com/watch?v=kQH86UiwhxU
viernes, 29 de julio de 2011
lunes, 25 de julio de 2011
Inventar una caricia
Me pide que invente una caricia para élla.
No se imagina lo sencillo que es.
'Cierra los ojos' , le susurro.
No sabe que lo difícil es querer.
Una vez lentos y bellos, sólo hay que perseguir con tacto silente la emoción ciega.
En cada centímetro de piel nuestra eternidad temerosa de ser descubierta.
Mi mano empapada en lluvia y cautela. La palma, descansa en sus lineas, audaz y atenta.
Cambiando el destino en cada estremecimiento de su nuca llena.
Me quedaría aquí un segundo tras otro haciendo de caricias corazón.
Apostando mi ternura a que nadie conoce sus hombros como yo.
En la noche despierto para apuntalar con besos el sueño.
Ella descansa ya ajena al cortejo. A la sensualidad de la siguiente capa: la de los ojos abiertos.
No recuerda ahora que yo todavía invento.
Y a pesar de todo me dice que no. Que lo nuestro forma parte de su deshielo.
Que no me ilusione antes de tiempo, como si yo pudiera cercar el deseo del mundo entero.
La creo porque existen las palabras. De lo contrario, hoy sería más feliz o quizás más ciego.
Si élla volviera a pedirme un gesto sincero,
antes de crear diosas, aprendería su lenguaje y el mío primero.
Y a pesar de todo, sigue sin poder imaginar lo sencillo
que es para nosotros dos, juntos, tocar el cielo.
No se imagina lo sencillo que es.
'Cierra los ojos' , le susurro.
No sabe que lo difícil es querer.
Una vez lentos y bellos, sólo hay que perseguir con tacto silente la emoción ciega.
En cada centímetro de piel nuestra eternidad temerosa de ser descubierta.
Mi mano empapada en lluvia y cautela. La palma, descansa en sus lineas, audaz y atenta.
Cambiando el destino en cada estremecimiento de su nuca llena.
Me quedaría aquí un segundo tras otro haciendo de caricias corazón.
Apostando mi ternura a que nadie conoce sus hombros como yo.
En la noche despierto para apuntalar con besos el sueño.
Ella descansa ya ajena al cortejo. A la sensualidad de la siguiente capa: la de los ojos abiertos.
No recuerda ahora que yo todavía invento.
Y a pesar de todo me dice que no. Que lo nuestro forma parte de su deshielo.
Que no me ilusione antes de tiempo, como si yo pudiera cercar el deseo del mundo entero.
La creo porque existen las palabras. De lo contrario, hoy sería más feliz o quizás más ciego.
Si élla volviera a pedirme un gesto sincero,
antes de crear diosas, aprendería su lenguaje y el mío primero.
Y a pesar de todo, sigue sin poder imaginar lo sencillo
que es para nosotros dos, juntos, tocar el cielo.
Despertar con buen rollo
Os paso el link de dos canciones que hacen más agradable el despertar.
Sugar mama es un regalo de Cae. Another day es un regalo del azar.
Bitter:sweet - Sugar mama
http://www.youtube.com/watch?v=kX3S39X3FOc
Jamie Lidell - Another day
http://www.youtube.com/watch?v=89Qa5rNAeEs&playnext=1&list=PL967964017B38CB05
Sugar mama es un regalo de Cae. Another day es un regalo del azar.
Bitter:sweet - Sugar mama
http://www.youtube.com/watch?v=kX3S39X3FOc
Jamie Lidell - Another day
http://www.youtube.com/watch?v=89Qa5rNAeEs&playnext=1&list=PL967964017B38CB05
viernes, 22 de julio de 2011
Íntimo
La intimidad no es asunto de susurros,
ni de risas, ni de trajes hechos a medida.
En la intimidad no se manipula,
ni se hereda, ni se sigue al ciego a ciegas.
No es un contrato de por vida,
ni una pareja de baile en exclusiva.
En los desiertos dorados no es la osadía
de creer que te comprendo noche y día.
No se hinchan sus velas con la ternura
de atender tu sangre incluso a oscuras.
Intimar no depende del roce ni de la intensidad,
es una acción que siempre comienza con una verdad.
Intimar es decirte sin negarme,
es marcharme sin sufrir,
es aceptar el olvido y las ganas de vivir.
Es pasear bajo la lluvia, llevando la camisa que no te gusta.
Es transitar bajo mi piel como respuesta a la pregunta.
Es abonar la distancia para luego volver,
si la pena lo vale, si el corazón lo ve.
Cuando despierta el primer amor, el que falta,
el que cuando saltan los plomos del amanecer,
te acompaña de regreso a casa otra vez.
Y al cabo, nadie sabe más que tú,
si intimas o vigilas,
si el alma cede o retrocede,
si tomas riesgos a riesgo de encarar daños,
o vuelas bajo esperando que el abrazo compense.
Sólo tú, sólo yo,
elegimos la copa de blanco o de tinto,
de la mano del instinto y del niño chico,
del cuerpo roto y del abismo.
Allí abajo y aquí mismo,
en la orilla de lo más íntimo,
te cito.
jueves, 21 de julio de 2011
Historia de un viaje por el Caribe y Venezuela I
Me voy de viaje. Hoy. Ahora. Los últimos mensajes. Las últimas llamadas antes del despegue. Aparentemente no ha variado mi rutina habitual en estos casos: soledad, puntualidad, prudencia.
Sin embargo, estos nervios que se instalan en la salita de estar de mi plexo, aquí sentado en la T1 del Aeropuerto del Prat, tienen otra profundidad. Son los resquicios del vaquero (como me gusta llamarle), de la parte interna que alberga la posibilidad de que algo pueda salir mal y de que si es así, el golpe podrá conmigo.
Me voy de viaje sin objetivos. Así lo expreso porque me canso de responder que ´no sé lo que busco´. De tanta claridad se desdibuja el paisaje.
Nada, ni la brisa, ni el viento, ni el temporal, pueden con este eco sordo que baraja posibilidades y dudas.
Escribo en la libreta pequeña de espiral, como casi siempre. La comunicación conmigo mismo es el mayor presente que la vida me ha ofrecido en estos dos últimos años.
Hoy me ha llamado una amiga que conozco desde la adolescencia. Su madre ha muerto y ella trata de levantar el vuelo y la voz. Pienso en ello. En nuestra conversación. Me emociona esta señal. Le paso el número de una conocida que le puede ayudar a atravesar y poner en orden su caos emocional. Si es su momento lo utilizará.
Me ha llamado hoy, justo unas horas antes de mi partida, después de muchos meses sin noticias. Ese puede ser uno de los hilos conductores de esta experiencia: las señales, presentes e independientes de mi voluntad. Que gran suerte que sean tan poderosas y que no pueda resistirme a la curiosidad y a asomar la cabeza para verlas. Pienso en las personas que quiero y sé que pase lo que pase, esta aventura es la que me corresponde.
´No veo ni barcos, ni aviones, ni nada…sólo las cosas del mar´ Julio Villar (frase que me envía Esther unos minutos antes del despegue).
~
Aposentarme. Permitir que la experiencia repose. Con el espíritu de otros instantes en otros viajes. Creando de nuevo espacios para que cada vez quepan más momentos de aceptación. Más ancha, más profunda la realidad.
~
Paso la noche en el aeropuerto de Orly. Leo de un tirón la isla del tesoro. Elijo el libro con total consciencia de olvidar parcialmente que estoy sólo en la noche inmensa de esta nave de viajeros tan inocentes y culpables como yo. Anhelando cielos y palmeras nuevas. Acabo el libro y lo dejo reposar en un duro asiento. No lo he vuelto a ver, o eso creo.
~
Llego a Saint Martin en el Caribe Oriental y la isla me recibe reflejando mi miedo a ser rechazado. No tengo billete de vuelta y a la agente que me atiende no parecen convencerle mis argumentos de que pienso continuar el viaje en barco. 'Traiga al capitán' me dice. Dejo el pasaporte, el equipaje y mis miedos junto a la agente. Voy en busca de Quim Carreres, el patrón del velero Bora Bora, que será mi hogar durante unas semanas. Quim ha llegado via Amsterdam una hora antes que yo. Doy un paso hacia delante y el policía me mira con cara de pocos amigos y me advierte que no podré volver a entrar. Así comienza el Caribe a mostrar su cara más 'amable'. Lo que sigue a esta anécdota es paciencia, paciencia y paciencia. Burocracia y un poquito de buena suerte.
A veces ante los problemas surge una calma que parece ajena.
Me encuentro, ya completamente equipado y documentado, de nuevo con Quim. Salimos al exterior.
Una isla como ésta puede llegar a marear, a despertar el instinto de buscarlo todo fuera de mí. Seducir por seducir, para sentirme bien. Esta isla está en todas partes. Ya la conozco. Cambian la longitud y la latitud, difieren el hospedaje y las razones, pero bajo el mar se comunica con otros lugares donde dispersar nuestra densidad y calmar nuestra incomprensión.
El tiempo pasa ahora lento, pesado, buscando con la mirada en la esquina que no corresponde áquello que me transforme. Son las horas de los primeros rostros, las primeras palabras, las primeras bocanadas de aire que añadir a mi equipaje.
Son las horas y días previos a que mi alma zarpe.
~
Hoy he conocido a una chica croata. No sé su nombre. Lleva aquí 15 años.
Cinco meses después de llegar, en el año 95, su barco y casa se hundieron con todas sus cosas.
Pudo salvar el material con el que realiza sus obras de arte. Como por ejemplo el alambre que compró en Barcelona para diseñar sus esculturas. ‘El mejor que se puede encontrar en Europa’ me dice. No quiere regresar, sin embargo. Sólo quiere seguir distanciada de aquello que le causa dolor, de la guerra y de la pérdida. ‘Esta es mi casa’ me comenta.
Se distancia del conflicto emocional. Como también hacen los ignorantes y los sabios. Como los maestros y los discípulos. Se disfraza de consciencia e inconsciencia, pero el deseo es el mismo: sobrevivir.
Sabe que St.Martin es más turística y frívola que otras islas, pero le encanta que sea tan cosmopolita. Le hace sentir bien observar gente de tantos lugares distintos ajena a sus diferencias. Además, cuando necesita más raíces o más tranquilidad se acerca a otros paraísos: Anguila, St.Barth.
‘Suerte’ me señala al despedirnos. Entran clientes en su local y la atención se va con ellos.
Este es el tipo de encuentros que anhelo.
~
Séis días de viaje y vuelvo a escribir sobre las experiencias cocinadas a fuego lento. Es el ingrediente secreto para sazonar la vida. La esencia que nos ayuda a cuidar el sabor y no matarlo.
~
Camino por las calles de Marigot. Siento la contención. En el cuerpo, en los sueños, en mis pasos, en mi imaginación.
~
Con Quim no hay problemas pero tampoco existe un feeling especial estas primeras jornadas. Leo su libro para ver si puedo establecer otro tipo de lazos y también porque me gustó su introducción: personal y clara. Palabras brotando libres, cada una posándose en el lugar adecuado.
~
El puerto donde nuestro hogar flota se encuentra cercano a un mercado. Por la mañana observo como las personas se movilizan para que cobren vida sus paradas y secretos, su colorido y jolgorio. Camino por sus calles ajeno a sus miradas. No les importo y lo agradezco. No me buscan y admiro la táctica: dar espacio.
La tierra es enorme, libre e indulgente. Poco a poco la delimitamos, le infringimos costuras a capricho, distanciándonos del sentido común.
Poco a poco nuestro interior se acoge al orden exterior y deja de importar si te encuentras a 5.000 kms de tu lugar de origen. Deja de importar que nadie sepa dónde estás. Yo sí lo sé. Atado a una playa. Aquí he acabado hoy en mi paseo. Un lugar paradisíaco y privado, TEMIENDO el inminente castigo si alguien me descubre.
¿Qué es el paraíso? El lugar donde convergen la libertad exterior e interior.
Aquí me ha ayudado a llegar una joven de Santo Domingo. ‘No francés, no inglés, sólo español’ me ha dicho. ‘Perfecto’ le he contestado. Como no, se llama Esthel. A través del patio de su casa me ha llevado hasta el mar. Una vez allí, me correspondía a mí colarme en la zona privada del hotel cercano.
Voy, a regañadientes de mi tranquilidad y regreso por el mismo lugar por el que entré. No me he atrevido a salir por el hotel. 'No pasa nada, no pasa nada', me repito. Me despido de Esthel y regreso al barco. Acaba la expedición de hoy.
Se despierta el primer momento de desconfianza por las mujeres. El primer atisbo o posibilidad de ser manipulado activa las alarmas. Hablo de ello porque intuyo que no va a ser un hecho aislado. ‘Me gustaría conocer España’ dice Esthel y ya me tenso.
Continuará...
Continuará...
lunes, 18 de julio de 2011
Imaginad
Imaginad que no existiera el abandono.
Imaginad que iniciáramos un viaje hacia el lugar en nuestro interior que lo alberga,
y nos diéramos cuenta que sólo es necesario redecorar sus paredes y eliminar sus puertas.
Para que las ausencias nos duelan, sí, sólo eso,
para que el dolor pase por el hueco que lo espera y salga sin más derrota que unas lágrimas nuevas.
Imaginad que el sufrimiento fuera una palabra antigua,
el eco lejano de un caudal que devino presa.
Imaginad que en su lugar se instala una primavera eterna,
y nos cubrimos en la noche saciados de besos y luna llena.
Imaginad el instante, en que después de soñar,
os encontráis ligeros, algo más honestos y dispuestos a amar.
Imaginadlo mucho, constantemente,
en los interludios y en cada paso que dáis.
Sólo así podremos mirarnos, cuando convenga,
y reconocernos sin mas.
Imaginad que iniciáramos un viaje hacia el lugar en nuestro interior que lo alberga,
y nos diéramos cuenta que sólo es necesario redecorar sus paredes y eliminar sus puertas.
Para que las ausencias nos duelan, sí, sólo eso,
para que el dolor pase por el hueco que lo espera y salga sin más derrota que unas lágrimas nuevas.
Imaginad que el sufrimiento fuera una palabra antigua,
el eco lejano de un caudal que devino presa.
Imaginad que en su lugar se instala una primavera eterna,
y nos cubrimos en la noche saciados de besos y luna llena.
Imaginad el instante, en que después de soñar,
os encontráis ligeros, algo más honestos y dispuestos a amar.
Imaginadlo mucho, constantemente,
en los interludios y en cada paso que dáis.
Sólo así podremos mirarnos, cuando convenga,
y reconocernos sin mas.
domingo, 17 de julio de 2011
Vinagre de Módena
Nunca le dije que me gustara. Y si lo hice le mentí. No me pareció peligroso hacerlo entonces, sabedor como era de que lo nuestro no duraría. Fueron pasando meses y llegaron con ellos las madrugadas y las sobremesas. La mayoría de veces en su casa. Casi nunca en la mía. Me sentía bien nada mas entrar en élla. No puedo explicarlo de otra manera. Parecía que una mano lo había dispuesto todo para que descansara en su presencia: la canción que sonaba, los aviones de colores que cada minuto y medio cruzaban por la ventana, el olor que nunca conocí, el lado izquierdo de la cama. La casa se preparaba para recibirme. Por eso siempre la saludaba.
Nunca le dije que me gustara el vinagre de Módena pero ella necesitaba convencerme de que sí. Nunca le dije que la quería aunque ella no dejaba de exigir. Si la amaba o no, creo que jamás lo sabré, tan ahogadas estaban mis palabras en su deber.
Se levantaba rauda gritando que no tocara la ensalada. Se había olvidado de él. Sin él no era nada. Y yo no supe convencerla de que la casa estaba mejor así. Sin creer que algo faltaba. No supe convencerla de que desde que él llegó las cosas deambulaban: los aviones cambiaron su rumbo, las canciones saltaban, la cama me mentía y el olor acabó por liarla. Si le hubiera hablado en serio me habría tildado de chiflado. Habría usado las frases que hacen daño, las que te dejan de lado, las que un niño no puede reponer con paciencia. Las que sin piedad llaman, rodean a la víctima y provocan su inercia.
Yo veía cómo cruzaba una línea y no hice nada por detenerla. Entre su histeria y mi bloqueo encontré la bolsa de viaje que había dejado en la habitación pequeña.
Recogí aquello que estaba seguro que me pertenecía. Al vuelo, dejando en el suelo algunos libros de cocina y una guía de viajes de Venecia. Me fuí a despedir de la ventana fiel y salí de aquella casa para no volver.
Cuando deshice el equipaje de nuestra relación encontré en el bolsillo lateral la botella de vinagre medio llena. Quizás no me fuera tan ajena. Quizás lo haya soñado todo y ese ingrediente forme parte de la carga que no me deja sentir. Sea como sea, hoy sigue aquí. A veces nos miramos. Y si sólo fuera cuestión de decir que sí y hacerla servir?
Nunca le dije que me gustara el vinagre de Módena pero ella necesitaba convencerme de que sí. Nunca le dije que la quería aunque ella no dejaba de exigir. Si la amaba o no, creo que jamás lo sabré, tan ahogadas estaban mis palabras en su deber.
Se levantaba rauda gritando que no tocara la ensalada. Se había olvidado de él. Sin él no era nada. Y yo no supe convencerla de que la casa estaba mejor así. Sin creer que algo faltaba. No supe convencerla de que desde que él llegó las cosas deambulaban: los aviones cambiaron su rumbo, las canciones saltaban, la cama me mentía y el olor acabó por liarla. Si le hubiera hablado en serio me habría tildado de chiflado. Habría usado las frases que hacen daño, las que te dejan de lado, las que un niño no puede reponer con paciencia. Las que sin piedad llaman, rodean a la víctima y provocan su inercia.
Yo veía cómo cruzaba una línea y no hice nada por detenerla. Entre su histeria y mi bloqueo encontré la bolsa de viaje que había dejado en la habitación pequeña.
Recogí aquello que estaba seguro que me pertenecía. Al vuelo, dejando en el suelo algunos libros de cocina y una guía de viajes de Venecia. Me fuí a despedir de la ventana fiel y salí de aquella casa para no volver.
Cuando deshice el equipaje de nuestra relación encontré en el bolsillo lateral la botella de vinagre medio llena. Quizás no me fuera tan ajena. Quizás lo haya soñado todo y ese ingrediente forme parte de la carga que no me deja sentir. Sea como sea, hoy sigue aquí. A veces nos miramos. Y si sólo fuera cuestión de decir que sí y hacerla servir?
Historia de un silencio
Esta es la historia de un silencio. El más profundo silencio del que nadie oyera hablar jamás.
Se esparció su semilla entre las estrechas calles peatonales de la Villa. En sus concurridas terrazas. Expandiéndose en sus plazas el mudo estrépito en olor de multitudes.
Firme en su pulso, el silencio resonaba en la sorprendente espera y las gentes mostraban, con su gesto ausente, que no deseaban que aquello se prolongara más del conocido minuto de rigor.
Ninguno recordaba una razón que justificara por más tiempo su presencia. Incluso los más niños dejaron de jugar, expectantes, con la expresión del que anhela oír algo.
Sólo una persona, entre todos los habitantes y visitantes del bello principado, sostenía con su normalidad, la eternidad del momento.
Jian no cambió su rictus ni su porte. Eso sí, sus mejillas mostraron un ligero indicio de satisfacción cuando advirtió que podía escuchar el fino hilo de agua que, desde hacía años caía, ignorado, desde la fuente roja de la plaza vecinal.
Andaban todos tan absortos en las molestias que la quietud provocaba, que se miraban consternados, como decidiendo quién se atrevería a romper y hacer añicos ese sagrado momento que nadie había pedido.
No era una cuestión de respeto ni agradecimiento, simplemente nadie quería ser señalado como el lugareño que diera el pistoletazo de salida.
Así que Jian, continuó impertérrito, escuchando el fluir del agua que nadie más podía oír. Porque él era el único que no tenía miedo de la oscuridad, él era el único que sí advertía la belleza de su esencia.
Entonces, recompuso aún más si cabe su figura y reflexionó sobre lo que estaba aconteciendo. Acomodando su alma para el encuentro.
Un reguero de vibraciones se acercaba desde las calles centrales del entramado peatonal de la Villa. Era energía, energía pura. La había dulce, rugosa, sedosa, inteligente, perspicaz, amorosa, abundante, generosa, azul, mediocre, pizpireta, asombrosa, mental, animal, complaciente, universal. Se maravilló de poder apreciar todas sus formas y colores. Su olor y su sabor. Pensó que era un hombrecillo con suerte por vivir en ese lugar, en ese instante, con esa emoción silenciosa.
Miró entonces a los ojos de los que empezaban a observarle como diferente y vió en ellos una sentencia. Cuando el silencio acabara, decidieron, Jian dejaría de ser especial.
Nadie se explicó de que callada manera decidieron todos al unísono que Jian y su don serían silenciados. De qué callada manera se le otorgaría únicamente el beneficio de convertirse en leyenda.
Así que todos sin excepción, en un abrir y cerrar de boca, sellaron sus corazones y sucumbieron a la tumultuosa salva de aplausos que inundó de ruido la Villa y barrió la ansiedad de las calles.
Las afirmaciones y expresiones de júbilo se amontonaban en los oídos. El alboroto escondía los últimos vestigios de vaporosa humanidad que vagabundeaban ya como invisible eco.
Así celebraron, casi todos, la seguridad de ser estruendo.
Y Jian reconoció al instante que empezaba a olvidar quién era.
Se esparció su semilla entre las estrechas calles peatonales de la Villa. En sus concurridas terrazas. Expandiéndose en sus plazas el mudo estrépito en olor de multitudes.
Firme en su pulso, el silencio resonaba en la sorprendente espera y las gentes mostraban, con su gesto ausente, que no deseaban que aquello se prolongara más del conocido minuto de rigor.
Ninguno recordaba una razón que justificara por más tiempo su presencia. Incluso los más niños dejaron de jugar, expectantes, con la expresión del que anhela oír algo.
Sólo una persona, entre todos los habitantes y visitantes del bello principado, sostenía con su normalidad, la eternidad del momento.
Jian no cambió su rictus ni su porte. Eso sí, sus mejillas mostraron un ligero indicio de satisfacción cuando advirtió que podía escuchar el fino hilo de agua que, desde hacía años caía, ignorado, desde la fuente roja de la plaza vecinal.
Andaban todos tan absortos en las molestias que la quietud provocaba, que se miraban consternados, como decidiendo quién se atrevería a romper y hacer añicos ese sagrado momento que nadie había pedido.
No era una cuestión de respeto ni agradecimiento, simplemente nadie quería ser señalado como el lugareño que diera el pistoletazo de salida.
Así que Jian, continuó impertérrito, escuchando el fluir del agua que nadie más podía oír. Porque él era el único que no tenía miedo de la oscuridad, él era el único que sí advertía la belleza de su esencia.
Entonces, recompuso aún más si cabe su figura y reflexionó sobre lo que estaba aconteciendo. Acomodando su alma para el encuentro.
Un reguero de vibraciones se acercaba desde las calles centrales del entramado peatonal de la Villa. Era energía, energía pura. La había dulce, rugosa, sedosa, inteligente, perspicaz, amorosa, abundante, generosa, azul, mediocre, pizpireta, asombrosa, mental, animal, complaciente, universal. Se maravilló de poder apreciar todas sus formas y colores. Su olor y su sabor. Pensó que era un hombrecillo con suerte por vivir en ese lugar, en ese instante, con esa emoción silenciosa.
Miró entonces a los ojos de los que empezaban a observarle como diferente y vió en ellos una sentencia. Cuando el silencio acabara, decidieron, Jian dejaría de ser especial.
Nadie se explicó de que callada manera decidieron todos al unísono que Jian y su don serían silenciados. De qué callada manera se le otorgaría únicamente el beneficio de convertirse en leyenda.
Así que todos sin excepción, en un abrir y cerrar de boca, sellaron sus corazones y sucumbieron a la tumultuosa salva de aplausos que inundó de ruido la Villa y barrió la ansiedad de las calles.
Las afirmaciones y expresiones de júbilo se amontonaban en los oídos. El alboroto escondía los últimos vestigios de vaporosa humanidad que vagabundeaban ya como invisible eco.
Así celebraron, casi todos, la seguridad de ser estruendo.
Y Jian reconoció al instante que empezaba a olvidar quién era.
jueves, 14 de julio de 2011
El Paují I - Introducción
Algunos de vosotros sabéis que hace un añó volví de un viaje que me llevó unos meses por el Caribe Oriental y Venezuela.
Si me habéis oído hablar del viaje también sabéis que la palabra que más repito es El Paují. Ese lugar que el destino puso en mi camino para...vete a saber qué.
Inicio una serie de escritos con el objetivo de homenajear esa tierra y comprender qué ocurrió allí.
Si me habéis oído hablar del viaje también sabéis que la palabra que más repito es El Paují. Ese lugar que el destino puso en mi camino para...vete a saber qué.
Inicio una serie de escritos con el objetivo de homenajear esa tierra y comprender qué ocurrió allí.
Unos días antes de llegar al Paují escribía: ‘me gustaría encontrar un lugar agradable, sencillo, tranquilo…con gente a quien poder saludar’.
No cabía en mi imaginación que ese lugar estaba ya diseñado, trazado con natural precisión. Desconocía entonces cómo se movían sus moradores, cuáles eran sus nombres, cómo la brisa transportaba sus voces de casa en casa, cómo era la piel de su lluvia, el color de su tierra, el sonido de las gotas cayendo sobre los tejados de zinc.
No lo conocía y sin embargo resonó en mi interior su latir primitivo nada más verlo. Y me dejé abrazar por esa manera de vivir. Por sus imperfecciones, su irrealidad, la cercanía de la naturaleza y su inspiración.
Intenté adaptar mi cuerpo, mi mirada y mis heridas a mi nuevo hogar. A mi nueva familia.
Quisiera, de alguna manera, devolver sin el peso de los compromisos, la gracia que El Paují me ofreció.
No sé si es Dios, pero sí que una fuerza muy poderosa nos empuja a vivir nuestra historia personal. A mí me llevó hasta una carretera de arena roja una mañana de marzo. Me llevó hasta un lugar que no recordaba haber soñado y que, sin embargo, ahora no puedo dejar de explicar que es mi sueño.
He estado en el interior de un cuento, de la gran novela.
Muchas de sus páginas explican cómo me gustaría vivir. Quisiera compartirlo con vosotros…
miércoles, 13 de julio de 2011
El día 4
No se lo digáis a casi nadie. El día tres de julio decidí cambiar de vida. Ya es oficial!!!
El cuatro, por la mañana, todo comenzó...de nuevo.
PS: las pruebas son todavía muy íntimas.
El cuatro, por la mañana, todo comenzó...de nuevo.
PS: las pruebas son todavía muy íntimas.
Si te apetece
Si a tí también te apetece podríamos gritarnos esta noche sin sábanas ni edredón.
Para que quedara claro que entre nosotros cada nueva duda cuesta mas que la anterior y las fantasías no compensan.
Prefiero que sea en tu casa el encuentro, adentro, muy adentro.
Invítame a pasar cuando llegue, que parezca todo recién hecho.
No me olvidaré de mirarte lento.
Como siempre saludaré al silencio. Por si acaso, por si un día muerde el anzuelo.
Agradecería un ligero beso antes de sentarnos en el suelo
y explicarnos cosas raras para distraer al miedo.
Si tras trescientas palabras no me emociono y reniego, mejor me levanto, antes que olvide cómo hacerlo.
Pero si los nombres se van acomodando en nuestros sentimientos,
dejemos que vibre el presente y reclame su tiempo.
Tú y yo somos algo que no entiendo. Algo, en el fondo, tan sencillo que sonrío al creer reconocerlo.
Más tarde vendrá el vino, la excusa de dos copas para acomodar nuestros cuerpos frescos.
Desoigamos a nuestros límites, seamos fieles pero sin perdernos.
Que comience el grito a perfilar su reino.
Ya llegará después el eco anunciando el final del encuentro.
Mientras tanto, continuemos bebiendo de la botella hasta dejar de conocernos.
Hasta que logremos acariciar el viento que nos empuja sin verlo.
Si te apetece. Sólo si te apetece.
El resto podría sonar al final de un cuento y ahora...ahora no es el momento.
Para que quedara claro que entre nosotros cada nueva duda cuesta mas que la anterior y las fantasías no compensan.
Prefiero que sea en tu casa el encuentro, adentro, muy adentro.
Invítame a pasar cuando llegue, que parezca todo recién hecho.
No me olvidaré de mirarte lento.
Como siempre saludaré al silencio. Por si acaso, por si un día muerde el anzuelo.
Agradecería un ligero beso antes de sentarnos en el suelo
y explicarnos cosas raras para distraer al miedo.
Si tras trescientas palabras no me emociono y reniego, mejor me levanto, antes que olvide cómo hacerlo.
Pero si los nombres se van acomodando en nuestros sentimientos,
dejemos que vibre el presente y reclame su tiempo.
Tú y yo somos algo que no entiendo. Algo, en el fondo, tan sencillo que sonrío al creer reconocerlo.
Más tarde vendrá el vino, la excusa de dos copas para acomodar nuestros cuerpos frescos.
Desoigamos a nuestros límites, seamos fieles pero sin perdernos.
Que comience el grito a perfilar su reino.
Ya llegará después el eco anunciando el final del encuentro.
Mientras tanto, continuemos bebiendo de la botella hasta dejar de conocernos.
Hasta que logremos acariciar el viento que nos empuja sin verlo.
Si te apetece. Sólo si te apetece.
El resto podría sonar al final de un cuento y ahora...ahora no es el momento.
Para empezar
Este lugar no es más que otra manera de mostrar
lo que ya viene siendo habitual.
Pensamientos, relatos, aficiones y sombras,
antes en libretas privadas,
ahora en redes sin límites de emociones y horas.
Es extraño dar el paso al concurrido vacío,
no sé bien ni mal qué significa,
si ganas de compartir deseos,
o anhelos de curar heridas.
Por ahora sirvan de muestra algunos botones,
ya veremos en qué queda el embite,
si se tratará sólo de algunas perlas sin collar,
o realmente cuidaré la casa y a quien la habite.
Se abre el telón y queda inaugurado
esta especie de teatro o cuento chino,
se da paso a lo que callen o tengan que decir
Toni y Tino.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)