Para que quedara claro que entre nosotros cada nueva duda cuesta mas que la anterior y las fantasías no compensan.
Prefiero que sea en tu casa el encuentro, adentro, muy adentro.
Invítame a pasar cuando llegue, que parezca todo recién hecho.
No me olvidaré de mirarte lento.
Como siempre saludaré al silencio. Por si acaso, por si un día muerde el anzuelo.
Agradecería un ligero beso antes de sentarnos en el suelo
y explicarnos cosas raras para distraer al miedo.
Si tras trescientas palabras no me emociono y reniego, mejor me levanto, antes que olvide cómo hacerlo.
Pero si los nombres se van acomodando en nuestros sentimientos,
dejemos que vibre el presente y reclame su tiempo.
Tú y yo somos algo que no entiendo. Algo, en el fondo, tan sencillo que sonrío al creer reconocerlo.
Más tarde vendrá el vino, la excusa de dos copas para acomodar nuestros cuerpos frescos.
Desoigamos a nuestros límites, seamos fieles pero sin perdernos.
Que comience el grito a perfilar su reino.
Ya llegará después el eco anunciando el final del encuentro.
Mientras tanto, continuemos bebiendo de la botella hasta dejar de conocernos.
Hasta que logremos acariciar el viento que nos empuja sin verlo.
Si te apetece. Sólo si te apetece.
El resto podría sonar al final de un cuento y ahora...ahora no es el momento.
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