Transito
el instante anterior
a ser cuerpo
sin nada con qué sostenerlo
sin promesas ni viento
sin luna ni cielo…
ni siquiera miedo.
El olvido de la mano del silencio.
A la deriva.
Sin nombre que me defina
ni eco que me recoja.
Sin nombre que me defina
ni eco que me recoja.
¿Cómo seguir escribiendo
desde este hemisferio?
¿Cómo?
Cae
entonces
el andamio de un naufragio
sin estruendo.
Se anuncia
poco a poco
lo pequeño:
la inmediatez del suelo,
el vuelo raso
del niño tiempo,
una estrella diminuta
en el verbo.
Así de salado regreso.
No es por nadie que me visto de fango
y rezo.
Es mi destierro.
Mi descielo.
Abierta ya la herida en el horizonte
estoy de pié
sobre la arena
siguiendo mis pasos
ciegos.