domingo, 17 de julio de 2011

Vinagre de Módena

Nunca le dije que me gustara. Y si lo hice le mentí. No me pareció peligroso hacerlo entonces, sabedor como era de que lo nuestro no duraría. Fueron pasando meses y llegaron con ellos las madrugadas y las sobremesas. La mayoría de veces en su casa. Casi nunca en la mía. Me sentía bien nada mas entrar en élla. No puedo explicarlo de otra manera. Parecía que una mano lo había dispuesto todo para que descansara en su presencia: la canción que sonaba, los aviones de colores que cada minuto y medio cruzaban por la ventana, el olor que nunca conocí, el lado izquierdo de la cama. La casa se preparaba para recibirme. Por eso siempre la saludaba.

Nunca le dije que me gustara el vinagre de Módena pero ella necesitaba convencerme de que sí. Nunca le dije que la quería aunque ella no dejaba de exigir. Si la amaba o no, creo que jamás lo sabré, tan ahogadas estaban mis palabras en su deber.

Se levantaba rauda gritando que no tocara la ensalada. Se había olvidado de él. Sin él no era nada. Y yo no supe convencerla de que la casa estaba mejor así. Sin creer que algo faltaba. No supe convencerla de que desde que él llegó las cosas deambulaban: los aviones cambiaron su rumbo, las canciones saltaban, la cama me mentía y el olor acabó por liarla. Si le hubiera hablado en serio me habría tildado de chiflado. Habría usado las frases que hacen daño, las que te dejan de lado, las que un niño no puede reponer con paciencia. Las que sin piedad llaman, rodean a la víctima y provocan su inercia.

Yo veía cómo cruzaba una línea y no hice nada por detenerla. Entre su histeria y mi bloqueo encontré la bolsa de viaje que había dejado en la habitación pequeña.
Recogí aquello que estaba seguro que me pertenecía. Al vuelo, dejando en el suelo algunos libros de cocina y una guía de viajes de Venecia. Me fuí a despedir de la ventana fiel y salí de aquella casa para no volver.

Cuando deshice el equipaje de nuestra relación encontré en el bolsillo lateral la botella de vinagre medio llena. Quizás no me fuera tan ajena. Quizás lo haya soñado todo y ese ingrediente forme parte de la carga que no me deja sentir. Sea como sea, hoy sigue aquí. A veces nos miramos. Y si sólo fuera cuestión de decir que sí y hacerla servir?

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