Imaginad que no existiera el abandono.
Imaginad que iniciáramos un viaje hacia el lugar en nuestro interior que lo alberga,
y nos diéramos cuenta que sólo es necesario redecorar sus paredes y eliminar sus puertas.
Para que las ausencias nos duelan, sí, sólo eso,
para que el dolor pase por el hueco que lo espera y salga sin más derrota que unas lágrimas nuevas.
Imaginad que el sufrimiento fuera una palabra antigua,
el eco lejano de un caudal que devino presa.
Imaginad que en su lugar se instala una primavera eterna,
y nos cubrimos en la noche saciados de besos y luna llena.
Imaginad el instante, en que después de soñar,
os encontráis ligeros, algo más honestos y dispuestos a amar.
Imaginadlo mucho, constantemente,
en los interludios y en cada paso que dáis.
Sólo así podremos mirarnos, cuando convenga,
y reconocernos sin mas.
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