martes, 3 de abril de 2012

Las dimensiones del silencio

El silencio del hombre que se levanta y mira el universo...
El silencio en sus manos.
El silencio que le grita en el tiempo
y le acerca al abismo.

El silencio de los lienzos blancos que acaricia.

El silencio que todo lo contiene:
La rabia que retuerce los latidos,
el eco de los que le amaron,
su rostro abierto de par en par;
un campo de nieve azul,
el sol de invierno en la terraza marchita,
los abrazos sin medida,
una lanza clavada en su vientre,
la mirada que no huye,
las penas que como poemas recita.

El silencio que se encoge de hombros
y le da la espalda.
El silencio en su pecho.
La emoción silenciada.
La espera de su piel callada.
La callada manera de su despertar de arena.

Su reflejo mudo en los espejos de agua.
El sol naciente que silencia su alma.

Los silencios que a voces le sorprenden,
que buscan espacios para Ser,
que encuentran ramas donde saltar
de amanecer en amanecer,
de tela en tela,
de calma en calma.
El silencio que descansa en paz.
El que acoge, el que ríe,
el que otorga, el que sana,
aquel que justicia clama.
El que le permite...no importa qué.
El que le desnuda lentamente.
El silencio que crea mundos de la nada.

La esencia de un hombre que se expande en el silencio
del cielo raso en su cama.

El silencio silente, frío y caliente,
de cada mañana sin palabras:
‘Tu mano tapando mi boca
para sentir el silencio;
Mi boca tapando tu mano
para compartirlo’.


Sus pasos que resuenan en el infinito vacío,
allí donde enmudece la soledad del hombre,
donde el silencio de sus hijos
no envenena la tierra.
Y le da brisa, y viento…y así navega.

El silencio que desinfla su cuerpo
y el que explota en cien silenciosos universos
donde los hombres se levantan y miran.